15/4/13

Escrache, o cuando el acusador se convierte en acusado

En la teoría del juego democrático, todos partimos por igual y desde una posición parecida, independientemente de nuestra posición social o de nuestra fortuna en la vida. En la práctica esto no es así, y claramente hay muchos en desventaja, personas que se ven apartadas de sus derechos y privadas de sus medios de subsistencia. Estas personas son para muchos políticos un gran peligro, porque su situación límite les lleva a situaciones extremas, al darse cuenta de que no tienen nada que perder. Lamentabemente, la mayoría de los que tienen alguna responsabilidad de gobierno y que podrían cambiar esta situación no lo hacen, entre otras razones porque ellos viven en un "mundo paralelo", un mundo aparte muy distante de la realidad, y donde su sustento lo asegura sobradamente unas abultadísimas cuentas bancarias y una gruesa y segura nómina a fin de mes.

Con toda esta situación, por lo tanto, no debería sorprenderles que aparezcan grupos de activistas que opten por medios no convencionales para hacer ver su situación.


Paradójicamente, mientras por un lado se aumentan las tasas judiciales y se les ignora, por el otro los políticos de turno argumentan que estas personas deberían denunciar su situación por los cauces legales. Es decir, por los cauces que los mismos políticos han establecido con el fin de que la situación de estas personas no cambie, porque muchos de ellos no tienen medios ni para comprarse comida, ¡mucho menos para contratar abogados o abrir costosísimos procesos judiciales!

Los escraches nacieron como una forma de señalar a delincuentes y asesinos, a quienes la justicia ignoraba o, simplemente, no les prestaba atención. Cuando un político que está en el poder cobra los gigantescos sueldazos que ellos cobran, deberían saber que su imagen también va en ello, y que su vida privada, en cuanto elijen un cargo público de primera plana (el cual nadie les ha obligado a elegir, dicho sea de paso, que para ser ministro no se necesita hacer oposiciones) a partir de ahí su vida deja de ser privada y puede ser objeto de conocimiento público. Porque eso, repito, va en el cargo (que para eso se les llama "un cargo público", y no "un cargo privado y oculto").

Lógicamente, siempre hay que actuar con el debido respeto, y no hay que confundir escrache con linchamiento, pero los políticos también deberian entender que cobran unos sueldos de miles de euros mensuales no sólo por calentar una silla en el Congreso (y cuando acuden, que muchas veces ni se les ve el pelo en sus puestos de trabajo, sin que por ello vean reducida su nómina), sino por muchas cosas más que lleva implícito consigo su cargo. Aunque no lo quieran asumir.

| Gemma Moreno

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