20/3/13

Soraya, la estatua de adorno

Cuando Soraya Sáenz de Santamaría llegó al poder me alegré en cierta manera. "Qué bien" -pensé- "alguien de más o menos mi edad, traerá ideas frescas y seguro cambiará todo". No sé si -como algunos dicen- le ha pasado factura tener un hijo. Quieras o no cuando tienes un hijo ya a esa edad te vuelcas con él y lo demás te importa un pepino. O si realmente sólo sirve para rebatir gracias a su mejor dote natural: su labia (su papel en la oposición era tremendamente eficiente). Pero lo que sí ha demostrado el tiempo es que, tras hacerse con los espías (el CNI, el servicio de inteligencia español, es lo primero que se aseguró para sí nada más llegar al poder) se recostó en su sillón y se dedicó simplemente "a verlas venir".

Yo no me lo podía creer. Es imposible que alguien tan joven y de su formación se "repantingue" en su sillón y aquí paz y luego gloria. Para la historia quedará su engaño público a los españoles, asegurando un viernes que no habría rescate a la banca mientras a la vez se estaba negociando con Bruselas, y al día siguiente saliendo Mariano Rajoy confirmando dicho rescate. Luego Soraya diría que lo hizo "por el bien de los españoles".


¿Es mentir un beneficio a los españoles? Señora Soraya, si de verdad usted mira por mi bien, lo primero que debería hacer es no mentirme. A partir de ahí, a partir de esa mentira, todo lo demás sobra. Usted incluída. No sólo por mentirosa, sino, además, por incapacidad manifiesta de co-diriguir esta nave que es España hacia buen puerto. Porque ¿sabe? Sus errores lo pagan los más pobres e inocentes. Y eso, en un país democrático, no es admisible bajo ningún concepto ni con ningún pretexto. Por muchas excusas superfluas que usted argumente luego.

| Gemma Moreno

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